A principios de noviembre nos fuimos al norte de India y emprendimos una excursión de 9 días hacia Goecha La, un collado que se encuentra al pie del pico Goecha, en la cordillera del Himalaya.
Se supone que octubre y noviembre son los mejores meses para ir de trekking por esos rumbos, porque no hace tanto frío y el cielo está despejado, pero no tuvimos suerte y nos tocó mal clima. El primer día estuvo fantástico, con sol y pocas nubes, pero ya después fue bajando la temperatura y para los últimos días de la excursión nos tocó nieve y lluvia. Ni hablar; el montañista propone y la montaña dispone.
De cualquier manera nos la pasamos súper bien y fue una experiencia de montaña única. ¡Yo jamás me imaginé que algún día estaría trepando en los Himalaya! En los pocos momentos en que se despejaban las nubes, las vistas eran realmente espectaculares y me sentí asombrada, conmovida, pequeña en esa inmensidad. Bueno, pequeña estoy, pero me sentí todavía más pequeña...
Khangchendzonga, la montaña más alta de India y segunda más alta del mundo después de Everest, sólo se asomó tímidamente la mañana que subimos al mirador de Dzongri. Desde ese mirador teníamos una vista de 360 grados a la cordillera. Aunque al poco tiempo se acumularon las nubes, valió la pena el ascenso a las 4 de la mañana para ver el amanecer desde allí.
Álex es un excelente compañero de montaña, muy apapachador y comprensivo con las limitaciones prácticas de las mujeres para ir al baño. A veces me acompañaba al ''baño'' o me echaba porras cuando necesitaba ánimos para ir a las letrinas sucias de los refugios. Pero eso sí, como buenos puristas, dormíamos en tienda. Los refugios son para domingueros.
Nuestro guía era un poco impaciente y andaba rápido, pero un día Álex lo convenció de que me dejara ir a mi ritmo detrás de ellos. Fui realmente muy feliz caminando sola en la montaña. No había nadie delante ni detrás; solamente yo entre los árboles. Canté, lloré, me reí, hablé sola... todas esas locuras que hace una cuando está completamente relajada y a sus anchas. Definitivamente fue uno de los mejores momentos de la excursión.
Por fin llegamos a Lamuni, desde donde íbamos a emprender la caminata final al collado (5000 msnm). Teníamos esperanzas de que el clima mejoraría pero no, a la mañana siguiente amaneció el campamento nevado y la visibilidad era muy mala. De cualquier manera decidimos subir y llegamos en unas pocas horas al collado, pero la espectacular Khangchendzonga se nos escondió tras las nubes y no la vimos. Pero bueno, logramos el objetivo de llegar a Goecha La.
Emprendimos el descenso. Pasamos la noche a la orilla de un río muy bonito, cerca del refugio de Kokchurong. Estuvo nevando toda la tarde hasta la mañana siguiente, pero nos tocó ver otro aspecto del Himalaya, con el efecto silenciador de la nieve.
La excursión la hicimos con un equipo de ¡seis personas! Teníamos un guía, un cocinero, un caballerango y tres cargadores. Nuestro cocinero, Phurtemba, era un magazo de la cocina. Hacía unas comidas deliciosas en medio de la nada. Preparó espagueti, pay de manzana, momos (dumplings tibetanos) y mil cosas más. Se apellidaba ''Sherpa'' y estaba muy orgulloso de su etnia. Todo el equipo era amable y nos atendía como reyes. La verdad es que así fue más fácil la excursión, sin tener que cargar todo nosotros.
El regreso lo hicimos en dos días. Estaba programado para tres, pero el clima estaba tan lluvioso y nublado que, un poco impulsivamente, decidimos no parar a acampar la segunda noche del descenso y mejor seguir de largo hasta Yuksom.
Ese último día caminamos doce horas. Estábamos agotados, caminando de noche y tropezando por la falta de luz y por el cansancio de nuestros pies, pero por fin llegamos al hotelito de Yuksom que, aunque era muy rústico, nos pareció el Waldorf Astoria en esos momentos, aun sin sábanas limpias ni ducha. ¡Simplemente con poder lavarnos a cubetadas de agua caliente nos sentíamos en el spa más lujoso!
Aunque nos metimos una buena paliza, la escursión por el Himalaya fue realmente una experiencia memorable. A mí lo que más me gustó fueron los ríos del deshielo de los glaciares, con su agua limpísima y también, claro, cuando se dejaban ver, esas montañas imponentes que tocan el cielo.
Se supone que octubre y noviembre son los mejores meses para ir de trekking por esos rumbos, porque no hace tanto frío y el cielo está despejado, pero no tuvimos suerte y nos tocó mal clima. El primer día estuvo fantástico, con sol y pocas nubes, pero ya después fue bajando la temperatura y para los últimos días de la excursión nos tocó nieve y lluvia. Ni hablar; el montañista propone y la montaña dispone.
De cualquier manera nos la pasamos súper bien y fue una experiencia de montaña única. ¡Yo jamás me imaginé que algún día estaría trepando en los Himalaya! En los pocos momentos en que se despejaban las nubes, las vistas eran realmente espectaculares y me sentí asombrada, conmovida, pequeña en esa inmensidad. Bueno, pequeña estoy, pero me sentí todavía más pequeña...
Khangchendzonga, la montaña más alta de India y segunda más alta del mundo después de Everest, sólo se asomó tímidamente la mañana que subimos al mirador de Dzongri. Desde ese mirador teníamos una vista de 360 grados a la cordillera. Aunque al poco tiempo se acumularon las nubes, valió la pena el ascenso a las 4 de la mañana para ver el amanecer desde allí.
Álex es un excelente compañero de montaña, muy apapachador y comprensivo con las limitaciones prácticas de las mujeres para ir al baño. A veces me acompañaba al ''baño'' o me echaba porras cuando necesitaba ánimos para ir a las letrinas sucias de los refugios. Pero eso sí, como buenos puristas, dormíamos en tienda. Los refugios son para domingueros.
Nuestro guía era un poco impaciente y andaba rápido, pero un día Álex lo convenció de que me dejara ir a mi ritmo detrás de ellos. Fui realmente muy feliz caminando sola en la montaña. No había nadie delante ni detrás; solamente yo entre los árboles. Canté, lloré, me reí, hablé sola... todas esas locuras que hace una cuando está completamente relajada y a sus anchas. Definitivamente fue uno de los mejores momentos de la excursión.
Por fin llegamos a Lamuni, desde donde íbamos a emprender la caminata final al collado (5000 msnm). Teníamos esperanzas de que el clima mejoraría pero no, a la mañana siguiente amaneció el campamento nevado y la visibilidad era muy mala. De cualquier manera decidimos subir y llegamos en unas pocas horas al collado, pero la espectacular Khangchendzonga se nos escondió tras las nubes y no la vimos. Pero bueno, logramos el objetivo de llegar a Goecha La.
Emprendimos el descenso. Pasamos la noche a la orilla de un río muy bonito, cerca del refugio de Kokchurong. Estuvo nevando toda la tarde hasta la mañana siguiente, pero nos tocó ver otro aspecto del Himalaya, con el efecto silenciador de la nieve.
La excursión la hicimos con un equipo de ¡seis personas! Teníamos un guía, un cocinero, un caballerango y tres cargadores. Nuestro cocinero, Phurtemba, era un magazo de la cocina. Hacía unas comidas deliciosas en medio de la nada. Preparó espagueti, pay de manzana, momos (dumplings tibetanos) y mil cosas más. Se apellidaba ''Sherpa'' y estaba muy orgulloso de su etnia. Todo el equipo era amable y nos atendía como reyes. La verdad es que así fue más fácil la excursión, sin tener que cargar todo nosotros.
El regreso lo hicimos en dos días. Estaba programado para tres, pero el clima estaba tan lluvioso y nublado que, un poco impulsivamente, decidimos no parar a acampar la segunda noche del descenso y mejor seguir de largo hasta Yuksom.
Ese último día caminamos doce horas. Estábamos agotados, caminando de noche y tropezando por la falta de luz y por el cansancio de nuestros pies, pero por fin llegamos al hotelito de Yuksom que, aunque era muy rústico, nos pareció el Waldorf Astoria en esos momentos, aun sin sábanas limpias ni ducha. ¡Simplemente con poder lavarnos a cubetadas de agua caliente nos sentíamos en el spa más lujoso!
Aunque nos metimos una buena paliza, la escursión por el Himalaya fue realmente una experiencia memorable. A mí lo que más me gustó fueron los ríos del deshielo de los glaciares, con su agua limpísima y también, claro, cuando se dejaban ver, esas montañas imponentes que tocan el cielo.
Felicidades Daniela, en tu descripción se siente lo conmovida que te sientes al recordar esos momentos en la inmensidad de los Himalaya
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