Bajando de las montañas volvimos a nuestro punto de partida: Darjeeling. Es una ciudad pequeña súper pintoresca, con una vista espectacular de las montañas más altas del mundo.
Nos quedamos en un hotelito chulo con ambiente como de albergue de montaña o casa de huéspedes, el Dekeling Hotel, llevado por una pareja de refugiados tibetanos.
El Himalaya es predominantemente budista y hay varios monasterios en y cerca de Darjeeling. Por todos lados pululan monjes con sus cabezas rapadas y sus túnicas de color naranja brillante o rojo oscuro. En uno de los monasterios nos dieron permiso de observar un rezo colectivo de todos los monjes, algo así como el rezo vespertino. Nos encantó ver a todos los monjes sentados cantando sus rezos como en un zumbido pero en tono más bajo. No quisimos abusar de la hospitalidad y de eso no tomamos fotos ni video, aunque nos habría encantado.
NOTA DE LA FOTO SUPERIOR: eso que se ve arriba de las nubes ¡son las montañas!
De Darjeeling proviene el té del mismo nombre. Hay grandes plantaciones en los alrededores. Álex toma mucho té, después de su estancia en China, y no quedó especialmente impresionado con el de Darjeeling, pero de cualquier manera nos trajimos un par de paquetitos de diferentes tipos de la casa de té Nathmull.
También de Darjeeling es el famoso trenecito de juguete (Toy Train) que se tarda como 8 horas en recorrer 88 kilómetros y ha estado en operación desde 1881. Nosotros nos conformamos con verlo salir de la estación, lleno de turistas.
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